Lo que un padre no debe decir




Me temblaban las manos mientras miraba la larga lista de notas 
malas que aparecían en la libreta de mi hijo, estudiante de
 enseñanza media.
-¿No te advertí que esto iba a suceder? -le reclamé.
Él, callado, me daba la espalda. Proseguí mi ataque.
-El problema contigo es que eres un flojo.
Enfurecida por su silencio, añadí:
-Ni siquiera tiene sentido tratar de hablar contigo. ¡No vas 
a lograr nada en la vida!
Acababa de golpear a mi hijo con tres tipos de observaciones que, 
según los expertos, se cuentan entre las más perjudiciales para los niños:
 un “¡Te advertí!” pronunciado desde la excelsitud de mi sabiduría,
 una etiqueta negativa y una condena general de su futuro. Envuelta
 en mi propia rabia y frustración, denigré y aparté de mí a mi hijo, 
y empeoré una situación de por sí mala.
De tanto en tanto, todos decimos cosas ofensivas a nuestros hijos,
 y no por ello se acaba el mundo. Empero, la repetición constante 
de comentarios como los anteriores puede perjudicarlos para toda
 la vida. “Los niños aprenden a comunicarse en casa”, observa 
Michael Baetty, profesor de comunicación en la Universidad Estatal 
de Cleveland, en Ohio. “Los chicos que son blanco permanente 
de insultos y críticas llegan a adultos usando el mismo lenguaje 
 negativo”. Esto puede ocasionarles dificultades en el trabajo, con
 sus cónyuges y con sus propios hijos.
Los psicólogos, los educadores y otros expertos han identificado 
los comentarios más destructivos que los padres hacen a sus 
chicos. Si usted ha incurrido en esta conducta, quizá está 
minando la sensación de bienestar de su hijo hoy y en los
 años venideros. He aquí siete de las frases más comunes y 
destructivas que puede decir a sus pequeños.

“DEBERÍAS HABERLO HECHO ASÍ”

En su libro The Self-Confident Child (“El niño seguro de sí mismo”),
 la doctora Jean Yoder y William Proctor describen en caso de un 
niño en edad preescolar que, con mucho esfuerzo, aprende a atarse
 los cordones de sus zapatillas. Va con su padre y le muestra  
orgullosamente su logro.
-Fantástico -le dice éste-, pero deberías haberte puesto cada zapato
 en el pie que  corresponde.
Kevin Leman, psicólogo de Arizona, y uno de los conductores de 
un programa de radio en el que se da consejos a los padres, recomienda
 a su auditorio no conjugar el verbo deber con los hijos. 
"No sea crítico”, advierte. Cuando se combina el elogio con
 la censura, los chicos suelen prestar más atención al aspecto 
negativo del comentario. “Si su pequeña de cinco años ha hecho
 su cama, y usted de inmediato reacomoda la almohada mientras
 le dice que ha hecho un magnifico trabajo, ella pensará: Mamá
 alaba mi esfuerzo, pero supongo que pude haber hecho esto mejor".
En Massachusetts, un padre de cinco muchachos recuerda un 
incidente de la época en que era entrenador del equipo de béisbol
 de su hijo, que entonces tenía 12 años. “Ya casi al final de su 
partido, con el marcador muy parejo, a mi hijo le tocó batear”, 
relata el padre. “Aunque había casa llena, lo poncharon. Lo puse 
de vuelta y media mientras regresaba a la caseta de jugadores. 
Le dije cómo debería haber sostenido el bate, y luego agregué que 
hasta un chico de nueve años lo habría podido hacer mejor que él”. 
Su hijo estaba consternadísimo.
Herido por las constantes humillaciones que le hacía objeto su 
padre, el muchacho se volvió hosco y retraído. Finalmente el 
hombre comprendió que sus palabras eran demasiado duras. 
Aprendí que, en lugar de gritar, era más sensato que yo conversara 
con mi hijo sobre sus errores y la manera de corregirlos”.
Hasta la crítica constructiva duele cuando se expresa en un 
mal momento; por ejemplo, inmediatamente después de que 
el niño ha fallado en alguna tarea. Su vulnerabilidad es mayor
 entonces. Puesto que ni el padre ni el hijo pueden modificar 
un resultado decepcionante, en ocasiones es preferible no
 hablar del asunto de inmediato. “Más tarde”, recomienda 
Anita Vangelisti, profesora adjunta de comunicación verbal 
en la Universidad de Texas en Austin, “dirija sus esfuerzos
 a explorar los sentimientos del niño y a trabajar con él para encontrar
 la manera de mejorar su desempeño”.

"¿ESO ES TU CABELLO O TE PUSISTE UN TRAPEADOR EN LA CABEZA?"

Las bromas que hacen los padres son más hirientes, dice Carole Lieberman,
 psiquiatra de California. “Los hijos dependen de sus padres para que les digan 
quiénes son en el mundo”, explica . Las bromas crean incertidumbre porque los pequeños
 nunca saben hasta qué punto habla en serio el padre. Y, con frecuencia, esa  
incertidumbre persiste.
“De niña era regordeta”, recuerda Vangelisti, “y mi madre solía observar que tenía la 
complexión de un retrete de ladrillo. Yo sabía que no pretendía lastimarme, sino que
 era tan sólo su manera de decir que era una niña robusta y saludable. Pero me resultaba
 desagradable. Y arrastré esa susceptibilidad a las bromas hasta mis primeros años de adulta”.
En un estudio clínico de 40 mujeres obesas, realizado en el Centro Yale para trastornos
 de la alimentación y el peso, en Connecticut, los investigadores examinaron la relación
 entre la propia estima y las burlas en torno al peso y el tamaño. Las mujeres que afirman
 haber sido objeto de bromas sobre su peso en la infancia y la primera juventud, al llegar 
a la adultez tenían una opinión más negativa de su aspecto.
“NO ES PARA TANTO”

 La educadora de padres Adele Faber, coautora de How to Talk So Kids Can Learn
 at Home and  at School (“Cómo hablar a los hijos para que aprenda en casa y en
 la escuela”), recuerda la ocasión en que su hija anunció:
-Odio a la abuela.
Adele salió instintivamente en defensa de su madre.
-Es horrible que digas eso -la reprendió-. No estás hablando en serio.
De inmediato la educadora se percató de que le había comunicado a la chiquilla que
 sus sentimientos no contaban. Cuando continuamente negamos los sentimientos de 
nuestras hijos, les damos a entender que no deben expresarlos, y ellos empiezan a creer que lo mejor es guardarse la ira y otras emociones.
Una especialista en higiene dental siente remordimientos por una conducta que manifestó 
muchas veces cuando estaba criando a sus tres hijos . “Tenía una respuesta para cada problema”,
 relata. Cuando mi hija no logró entrar en el equipo de animadoras deportivas, le dije: 
“Podría haber sido peor, la chica que sí lo consiguió probablemente lo necesitaba más que tú".
 Cuando una muchacha rompió una cita con uno de sus hijos, comenté: "Tal vez tuvo que salir
 con su familia”.
Al mirar las cosas en retrospectiva, se da cuenta de que no debió tratar de minimizar la 
decepción de sus hijos, pues con ello les dio a entender que sus sentimientos carecían 
de importancia. Cuando su hijo exprese una fuerte desilusión o una emoción negativa, 
aconseja Adele Faber, no lo contradiga. En vez de ello, escúchelo y acepte respetuosamente
 sus sentimientos.
Una vez que haga esto, continúa la educadora, el muchacho podrá empezar a hacer  frente
 a esos sentimientos y, quizá, buscar su propia solución. La especialista en higiene dental
 habría podido decir a su hija: “Es doloroso que te rechacen en algo que deseabas tanto”. 
Y a su hijo: “Seguramente te resulta muy desalentador que una chica rompa
 la cita que tenía contigo”.
 por Harriet Webster

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Que nos hace mejores padres




Los buenos padres no le dan a su hijo todo lo que necesita,
Le enseñan que él es capaz de conseguir lo que quiere. 



Los buenos padres no buscan hacer feliz a su hijo,
Le enseñan que la felicidad depende de cada uno.

Los buenos padres no le dan oportunidades a su hijo,
Le enseñan a buscarlas, a crearlas y a aprovecharlas.

Los buenos padres no le dan a su hijo lo mejor para que sea feliz,
Le enseñan a disfrutar y a encontrar lo mejor, aún en lo más sencillo.

Los buenos padres no le enseñan a su hijo a superar siempre a los demás,
Le enseñan a superarse a sí mismo.

Los buenos padres no le enseñan a su hijo a decir todo lo que piensa,
Le enseñan que lo que pensamos no es la verdad absoluta y que debemos
ser cautelosos al expresar nuestras opiniones, teniendo en cuenta los
sentimientos de los demás.

Los buenos padres no le resuelven los problemas a su hijo,
Le enseñan a asumir responsabilidad y a aprender de sus errores.

Los buenos padres no le enseñan a sus hijos a evitar los fracasos,
Le muestran que el fracaso es parte del camino hacia el éxito.

Los buenos padres no convencen a su hijo de su importancia en la sociedad,
Le enseñan que sirviendo se volverá importante para ella.

Los buenos padres no le enseñan a su hijo a ser crítico y resentido ante las injusticias,
Le enseñan a contribuir en paz y a construir la justicia.


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Carta de un padre a un hijo


Amado hijo:

El día que esté viejo y ya no sea el mismo, ten paciencia y compréndeme.
Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide como atarme mis zapatos, tenme paciencia. Recuerda las horas que pasé enseñándote a hacer las mismas cosas.
Si cuando conversas conmigo, repito y repito las mismas palabras y sabes de sobra como termina, no me interrumpas y escúchame.  Cuando eras pequeño para que te durmieras, tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas los ojitos.
Cuando estemos reunidos y sin querer, haga mis necesidades, no te avergüences y comprende que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlarlas. Piensa cuantas veces cuando niña te ayude y estuve pacientemente a tu lado esperando a que terminaras lo que estabas haciendo.
No me reproches porque no quiera bañarme; no me regañes por ello. Recuerda los momentos que te perseguí y los mil pretextos que te inventaba para hacerte más agradable tu aseo.
Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu sonrisa burlona.
Acuérdate que fui yo quien te enseño tantas cosas  Comer, vestirte y como enfrentar la vida tan bien como lo haces, son producto de mi esfuerzo y perseverancia.
Cuando en algún momento, mientras conversamos, me llegue a olvidar de que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no te impacientes; tal vez no era importante lo que hablaba y lo único que quería era estar contigo y que me escucharas en ese momento.
Cuando en algún momento, mientras conversamos, me llegue a olvidar de que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no te impacientes; tal vez no era importante lo que hablaba y lo único que quería era estar contigo y que me escucharas en ese momento.
Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas. Sé cuánto puedo y cuando no debo.
También comprende que con el tiempo, ya no tengo dientes para morder ni gusto para sentir.
Cuando mis piernas fallen por estar cansadas para andar.........dame tu mano tierna para apoyarme como lo hice yo cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernitas.
Por último, cuando algún día me oigas decir que ya no quiero vivir y solo quiero morir, no te enfades. Algún día entenderás que esto no tiene que ver con tu cariño o cuanto te ame.
Trata de comprender que ya no vivo sino que sobrevivo, y eso no es vivir.
Siempre quise lo mejor para ti y he preparado los caminos que has debido recorrer.
Piensa entonces que con este paso que me adelanto a dar, estaré construyendo para ti otra ruta en otro tiempo, pero siempre contigo.
No te sientas triste, enojado o impotente por verme así. Dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a vivir.
De la misma manera como te he acompañado en tu sendero, te ruego me acompañes a terminar el mío. Dame amor y paciencia, que te devolveré gratitud y sonrisas con el inmenso amor que tengo por ti.
Atentamente.
Tu viejo.


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Hay una mujer




Que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor, y mucho de ángel
por la incansable solicitud de sus cuidados
Una mujer que siendo joven, tiene la reflexión de una anciana y en la vejez
trabaja con el vigor de la juventud.
Una mujer, que si es ignorante, descubre con mas acierto los secretos de la vida
que un sabio, y si es instruida se acomoda a la simplicidad de los niños.
Una mujer, que siendo pobre se satisface con los que ama, y siendo rica daría
con gusto sus tesoros por no sufrir en su corazón la herida de la ingratitud.
Una mujer que siendo vigorosa, se estremece con el llanto de un niño, y
siendo débil se reviste a veces con la bravura de un león.
Una mujer que mientras vive no la sabemos estimar, porque a su lado todos
los dolores se olvidan, pero después de muerta daríamos todo lo que poseemos
por mirarla de nuevo un solo instante, por recibir de ella un solo abrazo, por
escuchar un solo acento de sus labios.
De esa mujer no me pidas el nombre, si no quieres que empape en lágrimas
el pañuelo... esa mujer yo la vi por el camino.

¡Es mi Madre!


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Carta a un padre II


Era una mañana como cualquier otra.
Yo, como siempre, me hallaba de mal humor.
Te regañe porque te estabas tardando demasiado en desayunar, te grite porque no parabas de jugar con los cubiertos y te reprendí  porque masticabas con la boca abierta.
Comenzaste a refunfuñar y entonces derramaste la leche sobre tu ropa.
Furioso te levante por el cabello y te empuje violentamente para que fueras a cambiarte de inmediato.
Camino a la escuela no hablaste.
Sentado en el asiento del auto llevabas la mirada perdida.
Te despediste de mi tímidamente y yo solo te advertí que no te portaras mal.

Por la tarde, cuando regresé a casa después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando en el jardín.
Llevabas puestos tus pantalones nuevos y estabas sucio y mojado.
Frente a tus amiguitos te dije que debías cuidar la ropa y los zapatos, que parecía no interesarte mucho el sacrificio de tus padres para vestirte.
Te hice entrar a la casa para que te cambiaras de ropa y mientras marchabas delante de mí te indiqué que caminaras erguido.
Más tarde continuaste haciendo ruido y corriendo por toda la casa.
A la hora de cenar arrojé la servilleta sobre la mesa y me puse de pie furioso porque no parabas de jugar.
Con un golpe sobre la mesa grité que no soportaba más ese escándalo y subí a mi cuarto.
Al poco rato mi ira comenzó a apagarse.
Me di cuenta de que había exagerado mi postura y tuve el deseo de bajar para darte una caricia, pero no pude.
¿Cómo podía un padre, después de hacer tal escena de indignación, mostrarse sumiso y arrepentido?
Luego escuché unos golpecitos en la puerta.
"Adelante" dije adivinando que eras tú. Abriste muy despacio y te detuviste indeciso en el umbral de la habitación.
Te miré con seriedad y pregunté: Te vas a dormir?, ?vienes a despedirte?
No contestaste. Caminaste lentamente con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara, aceleraste tu andar para echarte en mis brazos cariñosamente.
Te abracé y con un nudo en la garganta percibí la ligereza de tu delgado cuerpecito. Tus manitas rodearon fuertemente mi cuello y me  diste un beso suavemente en la mejilla.
Sentí que mi alma se  quebrantaba.
"Hasta mañana papito" me dijiste. 
Qué es lo que estaba haciendo?
Por qué  me desesperaba tan fácilmente? Me había acostumbrado a tratarte como a una persona adulta, a exigirte como si fueras igual a mi y ciertamente no eras igual.
Tú tenías unas cualidades de las que yo carecía: eras legítimo, puro, bueno y sobretodo, sabías demostrar amor. Por qué me costaba tanto trabajo?,
Por qué tenia el hábito de estar siempre enojado? Qué es lo que me estaba aburriendo? Yo también fui niño. Cuándo fue que comencé a contaminarme?
Después de un rato entré a tu habitación y encendí una lámpara con cuidado.
Dormías profundamente. Tu hermoso rostro estaba ruborizado, tu boca entreabierta, tu frente húmeda, tu aspecto indefenso como el de un bebe. Me incliné para rozar con mis labios tu mejilla, respiré tu aroma limpio y dulce.
No pude contener el sollozo y cerré los ojos.
Una  de mis lagrimas cayó en tu piel. No te inmutaste.
Me puse de rodillas y te pedí perdón en silencio.
Te cubrí cuidadosamente con las cobijas y salí de la habitación.
Si Dios me escucha y te permite vivir muchos anos, algún día sabrás que los padres no somos perfectos, pero sobre todo, ojalá te des cuenta de que, pese a todos mis errores, te amo más que a mi vida.
Si lloras por haber perdido el Sol, entonces no podrás ver las estrellas.

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La imagen de mamá

A los 4 años:   "¡Mi mamá puede hacer cualquier cosa!"

A los 8  años: "¡Mi mamá sabe mucho!  ¡Muchísimo!"

A los 12 años: "Mi mamá  realmente no lo sabe todo."

A los 14 años:  "Naturalmente, mi madre no tiene ni idea sobre esto"

A los 16  años: "¿Mi madre? Pero ¿qué sabrá  ella?"

A los 18 años: "¿Esa vieja? ¡Pero si  se crió con los dinosaurios!"

A los 25 años:  "Bueno, puede que mamá sepa algo del tema..."

A los 35  años: "Antes de decidir, me gustaría saber la opinión de mamá."

A los 45 años:   "Seguro que mi madre me puede orientar"

A los 55  años: "Qué hubiera hecho mi madre en mi  lugar?"

A los 65 años: "¡Ojalá pudiera hablar de  esto con mi mamá!"


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Palabras de mi madre



Ven para acá, me dijo dulcemente mi madre cierto día.
(Aún parece que escucho en el ambiente de su voz la dulce melodía)

- Ven y dime qué causas tan extrañas te arrancan esa lágrima, hijo mío, que cuelga de tus trémulas pestañas como gota cuajada de rocío.
Tú tienes una pena y me la ocultas; ¿no sabes que la madre más sencilla sabe leer en el alma de sus hijos como tú en la cartilla?
¿Quieres que te adivine lo que sientes? ven acá pilluelo, que con un par de besos en la frente
disiparé las nubes de tu cielo.
Yo prorrumpí a llorar. Nada le dije. - La causa de mis lágrimas ignoro, ¡ pero de vez en cuando se me oprime el corazón y lloro !...
Ella inclinó la frente pensativa, se turbó su pupila, y enjugando sus ojos y los míos, me dijo más tranquila:
- Llama siempre a tu madre cuando sufras, que vendrá; si está en el mundo, a compartir tus penas;
y si no, a consolarte desde arriba.
Y lo hago así cuando la suerte ruda, como hoy, perturba de mi hogar la calma, invoco el nombre de mi madre amada, ¡ y entonces siento que se me ensancha el alma !

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Lagrimas de mujer


"¿Por que lloras mamá?" le preguntó un niñito a su madre.
"Porque soy mujer" le contestó la mujer.
"Pero, yo no entiendo", dijo el niño.
Su madre se inclinó hacia él y abrazándolo le dijo, "Y nunca lo entenderás"...

Más tarde el niñito le preguntó a su padre: "¿Por qué mamá llora a veces sin ninguna razón?".
"Todas las mujeres lloran siempre sin ninguna razón". Era todo lo que el padre le podía contestar.

El pequeño niño creció y se convirtió en todo un hombre, preguntándose todavía por qué era que las mujeres lloraban.
Un día el niño convertido en hombre se arrodilló y le preguntó a Dios:
"Dios : ¿Por qué lloran tan fácilmente las mujeres?"
Y Dios le dijo :
- Cuando hice a la mujer tenía que ser algo especial. Hice sus hombros suficientemente fuertes como para cargar el peso del mundo entero, pero a la misma vez lo suficientemente suave para confortar a quien lo necesite.
- Le di una inmensa fuerza interior para que pudiera soportar el dolor de dar a luz y hasta el rechazo que muchas veces proviene de sus propios hijos.
- Le di una dureza que le permite seguir adelante y cuidar a su familia a pesar de las edades y la fatiga y sin quejarse aun cuando otros se rinden.
- Le di la sensibilidad para amar a un niño bajo cualquier circunstancia, aun cuando su niño la haya lastimado mucho. Esa misma sensibilidad que hace que cualquier tristeza, llanto o dolor del niño desaparezca y que le hace compartir las ansiedades y miedos de la adolescencia e incluso de la edad madura...
- Le di la fuerza suficiente para que pudiera perdonar las faltas a su esposo y la moldeé de una de sus costillas para que ella pudiera cuidar de su corazón.
- Le di sabiduría para saber que un buen esposo nunca lastimaría a su esposa y a veces le pongo pruebas para medir su fuerza y su determinación para mantenerse a su lado a pesar de todo.
- Le di lágrimas de las reales que brotan de ella exclusivamente cuando su ser necesita expresarse más allá de las palabras.
- Esa es su única debilidad...lágrimas que piden perdón por los errores y la dureza del corazón de la humanidad".

Le doy gracias a Dios por haber creado a la mujer. Le doy gracias a Dios por mi madre, mis hermanas, mis hijas, mis amigas, mis primas...

Y .... a esos hombres que tienen mujeres en sus vidas, que aprendan a valorarlas y a conocerlas en la dimensión en que Dios las creó.

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HIJO....No me eduques


Cuando los hijos se convierten en el sostén económico y moral de los padres, creen contar con la autoridad para ser obedecidos por ellos.

¡Qué bonita familia la de Don Edmundo y Doña Final con 45 años de matrimonio y cinco hijos.

Tienen suficientes motivos para estar orgullosos de ella, pues sus muchachos son hombres y mujeres de bien. Valió la pena los sacrificios que hicieron para sacarlos adelante.

Sin embargo, ¡cómo han cambiado las cosas!. Antes solían ser Don Edmundo y Doña Fina los que daban consejos y - por qué no reconocerlo - también órdenes.

Pero de un tiempo para acá, cada vez que se reúnen en familia son ellos dos los que se quedan callados escuchando a sus hijos decirles qué es lo que deben o no de hacer.

Por poner algunos ejemplos: Beto quiere que su padre ponga una ferretería como la de él.

¡Imagínese! A sus setenta años volverse empresario cuando toda su vida fue maestro.

Concha, por su lado, quiere que su madre empiece a estudiar la prepa en la misma escuela a la que asiste su nieta.

Y no se diga de los otros tres que quieren que su padre aprenda computación; y que doña Fina, que es diabética, se vuelva vegetariana y haga aeróbic. Además, quieren convencer a ambos de vender su vieja casa, ¡su hogar! Y se vayan a vivir a un barrio más moderno.

Esta singular pareja no es la única que pasa por esta situación. A medida que pasa el tiempo y las familias crecen en edad, suele suceder que los padres pasan de ser educadores de sus hijos a querer ser educados por ellos.
Los hijos, por lo general, se encuentran en la etapa más productiva de la vida. Son independientes y muchas de las veces se convierten en el sostén económico y moral de los padres. Por tal motivo, creen contar con la autoridad suficiente para que sus iniciativas sean obedecidas por ellos.

Es entonces cuando surgen las comparaciones de lo que los padres son y lo que a juicio de sus hijos deberían de ser. Ahora todos los comentarios empiezan con "Deberías ser como...", olvidando que cuando se era niño no había cosa más molesta que los padres recurrieran a las comparaciones.

Es también frecuente hacerles ver lo que ya no son. El "antes" se convierte para los padres ancianos en otra forma de reproche de lo que antes fueron y que sus años ya no les permiten ser: "Antes salías con tus amigas ", " ya no manejas como antes", "pero si antes podías hacerlo...".

Pero la forma más grave de hacerles sentir a los padres que ya no son lo que sus hijos quisieran que fueran, es no escuchándolos.

Es más fácil cerrar los oídos a sus necesidades, miedos, expectativas o preocupaciones y pensar que "están chocheando", que tener que aceptar que, en efecto, esos padres que algún día fueron el punto de apoyo, son ellos ahora los que lo necesitan.


AMAR ES ACEPTAR SUS LIMITACIONES

Es doloroso ver que aquel papá que muchas veces acudió en auxilio cuando se estaba en problemas, o la mamá que todo lo resolvía, son hoy quienes necesitan de los hijos.

Pero más doloroso es aceptar que de hoy en adelante hay que andar solos por los caminos de la vida, y que los padres han cedido la delantera a sus hijos.

Es éste el motivo principal del por qué muchas veces los hijos exigen a sus padres que no dejen de ser lo que eran: quieren seguir viendo a sus padres fuertes y seguros de sí mismos.

Sus regaños y reproches son sólo un mecanismo de defensa.

Reconocer sus limitaciones no es dejar de amarlos. Antes se les amó por los cuidados que prodigaron a sus hijos.

"Quiero a mi mamá porque me cuida"  "Quiero a mi papá porque me enseña", son frases que escuchamos de los niños cuando explican por qué aman a sus padres. Hoy se les ama porque gracias a ellos se ha aprendido mucho y se está al cuidado de alguien más.

Raquel Rodríguez de Estrada



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Que es un papá



Un papá, lo que se llama papá, es un superhombre, porque puede responder con prontitud una pregunta sobre Biología, seguida de una de Matemáticas.

Es un súper héroe que se disfraza de Superman y se desvela esperando que sus hijos regresen de la fiesta.
Un papá es una combinación extraña de razón y sentimientos, es el que sabe decir no cuando es lo justo y sabe decir sí cuando es lo conveniente.

Un papá zapatea duro cuando cumple con su deber y anda de puntillas en la noche cobijando cuerpitos fríos.

Es el único de la casa que persigue un ratón hasta atraparlo, así se muera de miedo por dentro.

Un papá es un higo que parece duro por fuera y es puro dulce en su interior, es un director de orquesta, es el constructor de un nido, es el maestro de la escuela de la vida.

Los papás tienen la billetera llena de fotos, de tarjetas, de teléfonos, de citas, de compromisos, menos de dinero.

Un papá tiene mucho de mamá aunque tenga cuerpo de hombre. Si hay que cambiar pañales, los cambia, cuando el hijo llora, él es el refugio, cuando el hijo ríe, él es la compañía.

Ser papá es jugar en la vida el papel de rey, no de un reino; sino del amor, la comprensión y la razón.


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Consejo maternal

Ven para acá, me dijo dulcemente mi madre cierto día.
(Aún parece que escucho en el ambiente de su voz la dulce melodía)- Ven y dime qué causas tan extrañas te arrancan esa lágrima, hijo mío, que cuelga de tus trémulas pestañas como gota cuajada de rocío.
Tú tienes una pena y me la ocultas; ¿no sabes que la madre más sencilla sabe leer en el alma de sus hijos como tú en la cartilla?
¿Quieres que te adivine lo que sientes?
ven acá pilluelo, que con un par de besos en la frente disiparé las nubes de tu cielo.
Yo prorrumpí a llorar. Nada le dije.
- La causa de mis lagrimas ignoro, ¡pero de vez en cuando se me oprime el corazón y lloro!..........
Ella inclinó la frente pensativa, se turbó su pupila, y enjugando sus ojos y los míos, me dijo más tranquila:
- Llama siempre a tu madre cuando sufras, que vendrá muerta o viva; si está en el mundo, a compartir tus penas; y si no, a consolarte desde arriba.
Y lo hago así cuando la suerte ruda, como hoy, perturba de mi hogar la calma, invoco el nombre de mi madre amada, ¡y entonces siento que se me ensancha el alma!


Olegario Víctor Andrade


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La media cobija



Don Roque era ya un anciano cuando murió su esposa. Durante largos años había trabajado con ahínco para sacar adelante a su familia.
Su mayor deseo era ver a su hijo convertido en un hombre de bien, respetado por los demás, ya que para lograrlo dedicó su vida y su escasa fortuna.
A los setenta años Don Roque se encontraba sin fuerzas, sin esperanzas, solo y lleno de recuerdos. Esperaba que su hijo, brillante profesional, le ofreciera su apoyo y comprensión, pero veía pasar los días sin que este apareciera y decidió por primera vez en su vida pedir un favor a su hijo.

Don Roque tocó la puerta de la casa donde vivía su hijo con su familia.
-¡Hola papá! ¡Qué milagro que vienes por aquí!
-Ya sabes que no me gusta molestarte, pero me siento muy solo, además estoy cansado y viejo.
-Pues a nosotros, nos da mucho gusto que vengas a visitarnos, ya sabes que esta es tu casa.
-Gracias hijo, sabía que podía contar contigo, pero temía ser un estorbo.
-Entonces ¿no te molestaría que me quedara a vivir con ustedes? ¡me siento tan solo!
-¿Quedarte a vivir aquí?, sí... claro... pero no sé si estarías a gusto, tu sabes, la casa es chica mi esposa es muy especial... y luego los niños..
-Mira hijo, si te causo muchas molestias olvídalo, no te preocupes por mí, alguien me tenderá la mano.
-No padre no es eso, solo que, no se me ocurre dónde podrías dormir. No puedo sacar a nadie de su cuarto, mis hijos no me lo perdonarían, o solo que no te moleste dormir en el patio.
-Dormir en el patio está bien.
-El hijo de Don Roque llamó a su hijo Luis de doce años.
-Dime papá.
Mira hijo, tu abuelo se quedará a vivir con nosotros. Tráele una cobija para que se tape en la noche.
-Sí con gusto. ¿Y donde va a dormir?
-En el patio, no quiere que nos incomodemos por su culpa.
Luis subió por la cobija, tomó unas tijeras y la cortó en dos. En ese momento llegó su padre.
-¿Qué haces Luis? ¿Por qué cortas la manta de tu abuelo?
-Sabes papá, estaba pensando...
-¿Pensando en que?
-En guardar la mitad de la cobija para cuando tú seas viejo y vayas a vivir a mi casa.

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Tazón de madera



El viejo se fue a vivir con su hijo,su  nuera y su nieto de cuatro años. Ya las manos  le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban.
La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo de y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel.
El hijo y su esposa se cansaron de la situación.
"Tenemos que hacer algo con el abuelo",dijo el hijo."Ya he tenido suficiente. Derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo".

Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor.
Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia  disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera.
De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado sólo.
Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.
El niño de cuatro años observaba  todo en silencio.
Una  tarde antes de la cena,  el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo.
Le preguntó dulcemente: "¿Qué estás haciendo?" Con la misma dulzura el niño le contestó: "Ah, estoy  haciendo un tazón para ti  y otro para mamá para que  cuando yo crezca, ustedes coman en ellos."
Sonrió y siguió con su tarea.
Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla.
Las lágrimas rodaban por  sus mejillas. Y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.
Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia.
Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos.Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa,  parecían molestarse más cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.
Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que absorben.
Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas. Los padres y madres inteligentes se percatan que cada día colocan los bloques con los que construyen el  futuro de su hijo. Seamos instructores sabios y modelos a seguir.
He  aprendido que puedes decir mucho de una persona por la forma en que maneja tres cosas: un día lluvioso, equipaje perdido y luces del arbolito enredadas.
He aprendido que independientemente de la relación que tengas con tus padres, los vas a extrañar cuando ya no estén contigo.
He aprendido que aún cuando me duela, no debo estar solo.
La gente olvidará lo  que dijiste y lo que hiciste, pero nunca cómo los hiciste  sentir.

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El nombre del ángel




Cuenta una antigua leyenda que un niño que estaba por nacer le dijo a DIOS:
- Me dicen que me van a enviar mañana a la tierra ¿Pero como viviré tan pequeño e indefenso como soy?
- Entre muchos ángeles, escogí a uno para tí, que te estará esperando. Y él te cuidará.
- Pero dime, aquí en el cielo no hago más que cantar y sonreir. ¿No basta para ser feliz?
-Tú ángel te cantará, te sonreirá todos los días y tú sentirás sus manos y serás feliz.
- ¿Cómo entender lo que la gente me habla, si no conozco el extraño idioma que hablan
los hombres?
- Tu ángel te dirá las palabras más dulces y más tiernas que puedas escuchar y con mucha paciencia y cariño te enseñará a hablar.
- ¿Y qué haré cuando quiera hablar contigo?
-Tu ángel juntará tus manitos y te enseñará a hablarme.
- He oído que en la tierra hay hombres malos, ¿Quien me defenderá?
- Tu ángel te defenderá aún a costa de su propia vida...
- Pero estaré siempre triste porque no te veré más Señor.
- Tu ángel te hablará de mi y te enseñará el camino para  que regreses a mi presencia,
aunque yo siempre estaré a tu lado.
En ese instante, una gran paz reinaba en el cielo, pero se oían voces terrestres, y el niño, presuroso repetía suave:
- Dios mío, si ya me voy, dime su nombre, ¿cómo se llamará mi ángel?
- Su nombre no importa, tú le dirás :
MAMÁ

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¿Qué son los abuelos?



(Las respuestas a esta pregunta fueron escritas por niños de 8 años)
  • Los abuelos son una señora y un señor que como no tienen niños propios les gustan mucho los de los demás.
  • Un abuelo es una abuela pero hombre.
  • Los abuelos son gente que no tienen nada que hacer, solo están ocupados cuando nosotros los vamos a visitar.
  • Los abuelos son tan viejitos que no deben correr.
  • Los abuelos son personas con las que es bien divertido salir de compras.
  • Cuando salimos a pasear con ellos, se detienen para enseñarnos cosas bonitas como hojas de diferentes formas o un ciempiés de muchos colores.
  • Ellos no nos dicen:"Apurate!"
  • Por lo general, las abuelas son unas señoras bien gordas pero así y todo se agachan para amarrarnos los zapatos.
  • Son unos señores que para leer usan anteojos, siempre los pierden y cuando me he quedado a dormir con ellos usan unas ropas bien cómicas.
  • Algunos abuelos tienen papás, esos si son bien viejitos, la mamá de mi abuelita, se puede quitar las encías y los dientes.....a la misma vez.
  • Nos responden preguntas como:"Por qué Dios no está casado? o Por qué es que los perros persiguen a los gatos ?
  • No les importa contarnos el mismo cuento varias veces y les encanta leernos historias.
  • Todo el mundo debe buscarse unos abuelos, son las únicas personas grandes, que siempre están contentas de estar con nosotros.
  • Ellos saben que antes dormir podemos comer "algunas" chucherías, antes de acostarnos, les encanta rezar con nosotros y nos besan y consienten aunque nos hayamos portado un poco mal.
  • A un niño de 6 años le preguntaron donde vivía su abuelita y él contestó: Ella, ella vive en el aeropuerto, cuando la necesitamos vamos allá y la buscamos y cuando queremos que regrese
    a su casa la volvemos a llevar a su aeropuerto.
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Carta a mi padre




Querido Papá:


Quiero contarte algo que se refiere a nosotros dos. Quiero compartir contigo algunas experiencias que viví a tu lado sin que tu lo supieras, experiencias que de alguna manera apreciaría transmitirle a mi hijo, cuando sea yo quien lo tenga. 



.... Cuando pensabas que no te veía, te escuché pedirle al Ser Supremo salud y trabajo para nosotros, y aprendí que existía Alguien con quien yo podría conversar en el futuro. 



.... Cuando pensabas que no te veía, te vi preocuparte por tus amigos sanos y por tus amigos enfermos, y así aprendí que todos debemos ayudarnos y cuidarnos unos a otros. 



.... Cuando pensabas que no te veía, te vi dar tu tiempo y dinero para ayudar a personas que nada tenían, y aprendí que aquellos que tienen, debemos compartirlo con quienes no tienen. 



.... Cuando pensabas que no te veía, te sentí darme un beso por la noche y me sentí amado y seguro. 



.... Cuando pensabas que no te veía, te vi atender la casa y a todos los que vivimos en ella, y aprendí a cuidar lo que es dado. 



.... Cuando pensabas que no te veía, vi como cumplías con tus responsabilidades, aún cuando no te sentías bien, y aprendí que debo ser responsable cuando crezca. 



.... Cuando pensabas que no te veía, vi tus lágrimas , y entonces aprendí que a veces las cosas duelen, y que está bien llorar. 



.... Cuando pensabas que no te veía, vi que te importaba y quise ser todo lo que puedo llegar a ser. 



.... Cuando pensabas que no te veía, aprendí casi todas las lecciones de la vida que necesito saber para ser una buena persona y también productiva cuando crezca. 



.... Cuando pensabas que no te veía, te vi y quise decir: ¡gracias por todas las cosas que vi, cuando pensabas que no te veía! 


Nosotros, tus hijos.

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